Por Bernardo Kliksberg (*)

El diario The New York Times suele acaparar los premios mundiales de periodismo. Sus artículos de fondo tienen mucha influencia y se basan en amplias investigaciones. A fines del 2020, dedicó dos extensos trabajos para llamar la atención pública sobre un tema clave, limitadamente abordado: el retorno del neonazismo.

Los informes muestran la profundidad de la penetración neonazi en la policía y las fuerzas armadas de Alemania. Incluso en unidades de elite, como lo verificó recientemente una investigación parlamentaria de dos años.

No se trata de casos aislados, sino de muchos grupos y de un movimiento que crece. En internet ridiculizan a los judíos en las cámaras de gas, niegan sistemáticamente el Holocausto, difunden la filmación del asesinato de una persona de color, absoluto odio por los inmigrantes, particularmente los turcos, exhibición de las esvásticas, fotos de Hitler y símbolos nazis.

Una unidad entera de inteligencia con 35 miembros tuvo que ser disuelta en North Rhine-Westphalia, cuando se encontró que llevaba a cabo una agresiva campaña de diseminación del nazismo. Un grupo racista con 25 oficiales fue descubierto en Berlín. Los puso en descubierto otro oficial, cansado de que las autoridades policiales hicieran caso omiso de sus reiteradas denuncias. Un grupo de cadetes fue expulsado de la Academia de Policía, donde cultivaban y difundían el nazismo. Una prominente abogada defensora de derechos humanos de inmigrantes, fue amenazada de muerte con su familia, y sus perseguidores tenían sus datos personales más íntimos. Se mudó y la hostigación continuó. Hizo la denuncia policial, y halló que su hostigamiento venía de la misma policía, la única que podía tener esa información.

Recientemente el Ministro del Interior de Westphalia declaró: “Siempre pensé que eran casos individuales, pero hay demasiados ahora”.

Asimismo, la ultraderecha creó el Partido Nueva Alternativa, que llegó a conseguir el 28% de los votos, y 88 parlamentarios. Los atentados antisemitas y racistas aumentan. Un neonazi mató a nueve inmigrantes en un bar. Otros, balearon a un destacado líder político que apoyó las políticas de acogimiento de un millón de inmigrantes de Angela Merkel. La canciller ha denunciado una y otra vez el resurgimiento del racismo.

No es solo Alemania. En diversos países europeos, los llamados “xenófobos”, se intensifican. 600 delegados de grupos neonazis se reunieron en Hungría recientemente para rendir homenaje al ejército nazi.

Durante la pandemia, las páginas web de neonazis, como Telegram y otras, están tratando de cooptar a movimientos antivacunas, difundiendo imaginarias conspiraciones ocultas judías, para lucrar con ellas, y la patraña de que son portadoras de esterilidad. Dicen que los antivacunas “tienen un potencial para el extremismo”.

La humanidad vive momentos muy turbulentos, por la pandemia, y el ascenso del hambre y la pobreza.

Están tratando de aprovechar esta situación los sectores racistas, antisemitas, y anti inmigrantes, para crecer. Se debe extremar la atención a sus prácticas, y combatirlas. Así se impone entre ellas, poner en descubierto el negacionismo del Holocausto, sacar lecciones de ese delirio genocida, y no permitir que el neonazismo o sus variantes como el supremacismo blanco, y otras similares, vuelvan a instalarse en la historia.

Las incitaciones al odio, no deben ser subestimadas, sino enfrentadas entre otras políticas con leyes contra la intolerancia, cerrando el acceso a internet para las organizaciones que lo difunden, y educando a las nuevas generaciones para la solidaridad y el amor por el prójimo.

En medio de la hecatombe, en riesgo de muerte, Ana Frank escribió en su célebre diario, un llamado a la esperanza y la acción, que tiene plena vigencia hoy: “Que maravilloso es que nadie debe esperar siquiera un solo momento antes de mejorar el mundo”.

(*) Bernardo Kliksberg es asesor especial de diversos organismos internacionales.